jueves, 15 de marzo de 2012

Una taza de amor por favor.

Miré desde detrás de la barra. La vi de nuevo, hablando con sus amigas. Riendo con esa melodiosa risa que tiene. Sabía que se llamaba Alexia, que tenía un año menos que yo y todas las tardes a las seis venía al bar a tomarse un café con sus amigas y a pasarse apuntes de la carrera. ¿Lo que ella sabía sobre mí? Que era el camarero del bar, y punto. Pero no me molestaba. Ella era una chica con suerte. Tenía una belleza inigualable, dinero, amigos, familia. Y yo no era más que un chico que intentaba salir adelante con todos sus problemas cargados a la espalda. Alguna vez que otra he sentido como que me miraba de reojo, en esos momentos me temblaban las manos de tal forma que sentía que estaba a un segundo de que todo lo que tuviese en las manos cayese al suelo. Sin embargo he evitado hacerme ilusiones sobre sus miradas furtivas, aunque claro, para un enamorado como yo es algo imposible. Y lo peor era cuando me acercaba a servir, que al ver como levantaba la cabeza y me miraba con esos ojos verdes y esbozaba una leve sonrisa mientras se llevaba con delicadeza a los labios la taza que apenas unos segundos antes había estado en mis manos. Se me derretía el corazón. Y cuando me llamaba a pedir la cuenta con esa dulce voz suya y al acercarme se apreciaba el dulce olor a frutas que emanaba su delicado pelo rubio sentía que el mundo entero se giraba para ver aquella diosa que por un segundo al día reclamaba mi atención.

-¡Despierta de donde quiera que estés chico! ¿No ves que tienes mesas que atender?-me gritó otro camarero sacándome de mi paraíso con una sonora palmada en la espalda. Rápidamente comencé a preparar los cafés para Alexia y sus amigas. Entonces, una brillante idea se me pasó por la cabeza. Y así comencé a preparar el café para mi amada.

El camino hasta su mesa se me hizo eterno. Pero no me acobardé cuando sus enormes ojos se clavaron en mí. Serví todos los cafés, dejando el suyo para el último. Y dedicándole la más sugerente de mis sonrisas me alejé con el corazón a mil por hora sintiendo como Alexia me miraba marchar, aunque no sé cuál era su expresión.

No fui capaz de volver a dejarme ver por ellas. Pero cuando se marcharon y pagaron la cuenta me acerqué antes que ningún otro a recoger la mesa. Y para mi sorpresa la indirecta de formar un corazón al cortar el café con la leche fue respondida con un montoncito de azúcar en la mesa con la silueta de otro corazón. Y así, comenzó la historia de amor más bonita que viví.

Yo la amargura del café
Ella la dulzura del azúcar.

2 comentarios:

  1. Hola! He visto tu Blog y es sencillamente genial

    Te sigo, ¿Devuelves?.

    Besitos!

    PD: SORTEO en el Blog, entra y verás ♥

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    1. Gracias :D ahora me meto en el tuyo :) (lo siento por tardar el contestar :S)

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