Miré desde detrás de la barra. La vi de nuevo, hablando con sus amigas. Riendo con esa melodiosa risa que tiene. Sabía que se llamaba Alexia, que tenía un año menos que yo y todas las tardes a las seis venía al bar a tomarse un café con sus amigas y a pasarse apuntes de la carrera. ¿Lo que ella sabía sobre mí? Que era el camarero del bar, y punto. Pero no me molestaba. Ella era una chica con suerte. Tenía una belleza inigualable, dinero, amigos, familia. Y yo no era más que un chico que intentaba salir adelante con todos sus problemas cargados a la espalda. Alguna vez que otra he sentido como que me miraba de reojo, en esos momentos me temblaban las manos de tal forma que sentía que estaba a un segundo de que todo lo que tuviese en las manos cayese al suelo. Sin embargo he evitado hacerme ilusiones sobre sus miradas furtivas, aunque claro, para un enamorado como yo es algo imposible. Y lo peor era cuando me acercaba a servir, que al ver como levantaba la cabeza y me miraba con esos ojos verdes y esbozaba una leve sonrisa mientras se llevaba con delicadeza a los labios la taza que apenas unos segundos antes había estado en mis manos. Se me derretía el corazón. Y cuando me llamaba a pedir la cuenta con esa dulce voz suya y al acercarme se apreciaba el dulce olor a frutas que emanaba su delicado pelo rubio sentía que el mundo entero se giraba para ver aquella diosa que por un segundo al día reclamaba mi atención.
-¡Despierta de donde quiera que estés chico! ¿No ves que tienes mesas que atender?-me gritó otro camarero sacándome de mi paraíso con una sonora palmada en la espalda. Rápidamente comencé a preparar los cafés para Alexia y sus amigas. Entonces, una brillante idea se me pasó por la cabeza. Y así comencé a preparar el café para mi amada.
El camino hasta su mesa se me hizo eterno. Pero no me acobardé cuando sus enormes ojos se clavaron en mí. Serví todos los cafés, dejando el suyo para el último. Y dedicándole la más sugerente de mis sonrisas me alejé con el corazón a mil por hora sintiendo como Alexia me miraba marchar, aunque no sé cuál era su expresión.
No fui capaz de volver a dejarme ver por ellas. Pero cuando se marcharon y pagaron la cuenta me acerqué antes que ningún otro a recoger la mesa. Y para mi sorpresa la indirecta de formar un corazón al cortar el café con la leche fue respondida con un montoncito de azúcar en la mesa con la silueta de otro corazón. Y así, comenzó la historia de amor más bonita que viví.
Yo la amargura del café
Ella la dulzura del azúcar.
jueves, 15 de marzo de 2012
Rabia
Entré de un portazo. Noté como la bola de fuego que sentía por dentro crecía y crecía, y por no quedarse ahí ascendía. Me sentía incomoda con todo lo que tenía alrededor, me dolían los pies de los zapatos. Me los quité y los tiré a un lado. El pelo se me había rizado a causa de la lluvia y lo sentía como un estropajo que magullaba mis mejillas encendidas. Me quité el abrigo y lo dejé en el suelo. A dos zancadas alcancé mi habitación. Ahora, el suave aroma a vainilla me parecía soso e inútil. Abrí la ventana. No pude más, como una cría empecé a aporrear los cojines que tenía en la cama mientras le gritaba a la almohada. Entonces me encontré con tus cartas, escondidas como siempre debajo del colchón, que se había movido de los saltos que había pegado. Las cogí, no pude evitar reírme sarcásticamente. ¿Cómo pude creer todas tus mentiras? Me reí de la antigua yo, tan inocente. Me eché de menos. Ese monstruo me había cambiado. Cogí el mechero y prendí fuego a las cartas. Observé como las llamas lamían el papel, consumiéndolo y convirtiéndolo en cenizas. Me encendí un cigarro y observé como también se consumía a causa del fuego.
-¿Esto era lo que querías?-pregunté al cielo sin esperar respuesta.-¿Qué me consumiese lentamente?
-¿Esto era lo que querías?-pregunté al cielo sin esperar respuesta.-¿Qué me consumiese lentamente?
miércoles, 14 de marzo de 2012
Smile :)
Estaba de pie. Mirando a la nada. Con la boca cerrada y el ceño fruncido, intentando comprender a dónde se dirigía esa marea de gente que invade la ciudad los días previos a la navidad en el centro de Madrid. Hombres y mujeres iban y venían con el móvil en la mano, hablando de asuntos que él jamás llegaría a comprender. Niños de un lado a otro con pomperos o silbatos mientras sus agotadas madres corrían detrás de ellos. No sé si el estar escuchando en aquel mismo instante la canción de “Smile” influyó en algo o no. Pero en ese momento le comprendía, sabía lo que era sentirse completamente solo y perdido cuando en realidad estás rodeado de gente. Es agobiante no entender nada de lo que ocurre a tu alrededor. Y me propuse alegrarle el día, como fuese. Se notaba que era extranjero, de algún país del norte. No tendría más de catorce años y seguramente jamás había estado en una ciudad. Me acerqué a él. Todavía no estaba segura de qué le diría, ni tampoco tenía seguro si me iba a entender. Pero había que intentarlo, ¿no? Se percató de mis intenciones y agachó la cabeza. Que tímido parecía.
-Hola…-saludé llamando su atención. Me miró con cara extraña. Como había adivinado anteriormente no hablaba mi idioma. Probé con el inglés.-Hello.
-Hello.-respondió el chico con un acento extraño, se notaba que no pasaría de ahí. Me maldije a mi misma un millón de veces. Yo no hablaba su idioma ni el tampoco el mío. No nos entenderíamos jamás, y lo peor de todo es que ni siquiera podría ayudarle, ya que se le veía realmente triste.
-M…-comencé.-¿No hablas español?-pregunté gesticulando mucho. Me sentía como una completa imbécil.-¿Te has perdido? ¿Te puedo ayudar?-continué a pesar de todo. Al ver su expresión de extrañeza y sus ojos verdes clavados en mí intentando comprender al menos una palabra de lo que decía no pude evitar sonreír. Él chico me devolvió la sonrisa, confuso. Dijo algo en su idioma gesticulando también y me quedé pasmada, ¿Qué estaba intentando decir? Sonrió ampliamente mostrando sus dientes blancos y perfectos. He de reconocer que tenía una sonrisa preciosa.
-Me gusta tu sonrisa.-dije. El me miró divertido. Sin entender una palabra de lo que yo le decía. Le gustaba este juego, y a mí también.-Me…-dije mientras me señalaba a mí.-gusta…-continué mientras hacía un corazón con las manos.-tu…-proseguí señalándole.-sonrisa…-terminé dibujando con mis dedos una sonrisa en mi boca.
El chico rió. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un rotulador. Se dibujó algo en la mano y me lo mostró. Había dibujado un “smily”, no pude evitar reírme. Cogí el rotulador y me dibujé uno igual en la mano. Sonrió y sonreí. En aquel momento sonó su teléfono. Me miró y lo cogió, empezó a hablar con alguien en su extraño idioma y apuntó algo en un papel. Al terminar me miró. Sonrió de nuevo y se despidió con la mano. Me acerqué a él y le abracé. Me había alegrado el día. Entonces se fue, para siempre. Todavía no se cómo se llama ni de donde es ni conozco absolutamente nada sobre su vida. Lo único que me queda de él es el recuerdo de su sonrisa y un papel que encontré días más tarde en mi abrigo en el que únicamente había escrito lo poco que aprendió conmigo.
Túneles
Abro los ojos, pero no soy capaz de sentirlos físicamente. Es cierto que veo con total precisión el entorno en donde me encuentro, con demasiada diría yo, es un lugar completamente desconocido para mí. Escalofriante y familiar al mismo tiempo. De cualquier forma no agradaba estar allí, pero no podía evitar seguir avanzando a pesar de no sentirme ni a mí misma. Por fin encuentro un motivo para detenerme. En un punto en que el camino se ramificaba en dos túneles, uno era muy luminoso y el otro escalofriantemente oscuro. Entre medias de los dos se podía disimular una figura, sentía que me estaba esperando.
Me acerqué, pero ni se inmutó. Eché un vistazo al túnel oscuro, no era apetecible seguir por allí así que opté por el luminoso. Sentía que esa acogedora luz me llamaba, quería acariciarme y yo quería dejarme llevar por ella. Cuando un rayo estaba a punto de rozar mi cara la figura que se encontraba al lado me tiró hacia atrás con un movimiento fuerte y casi inhumano. Acabé tumbada en el frío suelo de esa interminable cueva. Aquello era tan confuso… Sentía que el corazón me iba a estallar. Pero en cuanto descubrí el rostro de aquella persona el corazón se aceleró como nunca, saltó, exclamó, y no me salió del pecho porque en ese mismo instante me di cuenta. De que no tenía nada dentro. Nada. Ahogué un grito. Christian me estaba mirando y me tendió su mano. Yo retrocedí arrastrándome como podía por el suelo. No era posible, no paraba de negar con la cabeza, pero él seguía allí con su mano tendida hacia mí.
-Vamos, no tienes todo el día.-dijo serenamente. En ese instante, al oír la voz rompí a llorar. No desconsoladamente, sino más bien sollozos.- ¿Eso fue lo que pasó cuando me fui?-preguntó con una sonrisa.
Me levanté y le abracé con todas mis fuerzas. No fue un abrazo como recordaba que solía ser, cálido, acogedor, tranquilizador. Pero fue emocionante, no era físico pues en ese instante no nos encontrábamos físicamente, pero nuestras almas se fundieron como nunca, él estaba dentro de mí, y yo dentro de él. Era una bonita sensación. En aquel instante ya no me parecía tan confuso. Aquello debía de ser un sueño. Nada más que un sueño. Me di cuenta de que le echaba mucho de menos. Pegué mi mejilla contra la suya, otra lágrima más surcó mi rostro. Poco a poco nuestros labios se acercaron hasta que nos empezamos a besar, en ese instante sentí que todo mi universo giraba alrededor de nosotros. Su alma jugueteaba con la mía, me divertía y él se divertía. Reíamos en nuestro interior y compartíamos todas las anécdotas que acontecieron durante nuestra separación. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero a mí se me hizo demasiado corto. Pero todo, tiene que acabar y nos separamos.
-Te he echado de menos.-susurre. El sonrío.
-Ahora, tenemos que despedirnos.-respondió con una melancólica sonrisa. Aquello fue lo peor que podía haber dicho. Toda mi alegría se desvaneció por un instante.
-¡¿Qué?!-exclamé enfadada. No pensaba dejarle, después de todas las noches soñando con ese momento no quería tener que volver a perderle. No otra vez no.-No pienso volver a pasar por lo mismo. Quiero quedarme contigo. Para siempre.-me acerque a él, pero él me rehuyó.
-Y estaremos juntos, pero, aún no.-se le notaba triste, le comprendía, pero no quería creerle. Estoy cansada de sufrir.
-No sabes todo lo que he llorado, todo lo que he gritado tu nombre, todas las veces que me he despertado sintiéndote a mi lado para darme cuenta de que no estabas. Joder, ponte en mi lugar…
-¿Qué me ponga en tu lugar?-me cortó.-De acuerdo. Si estuviese en tu lugar me iría, porque sabes que estaré siempre aquí esperándote, que dentro de unos años volverás y yo estaré aquí sonriéndote. Y entonces, no te impediré nada. Me contarás todas tus experiencias, todo lo que has vivido. A las otras persona que hayas encontrado, los amores que tendrás, tus desdichas. Me presentarás a tus hijos, me contarás como te fue en el trabajo. Pero yo ya lo sabré, porque siempre he estado a tu lado. Y siempre lo estaré, y cada vez que sueñes conmigo quiere decir que estoy contigo, velando tus sueños. Y mi alma estará con la tuya, siempre.
-Jamás encontraré a nadie más.-dije con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas.
-Sí que lo harás, pero no me importa. Porque serás feliz y sé que nos reencontraremos. Así que ahora he de dejarte marchar. O si no será demasiado tarde. Hay mucha gente esperándote al final de túnel oscuro.-dijo señalando el túnel que tantos escalofríos me proporcionaba.
-¡¿Ese?!-grite asustada.-¿Acaso quieres matarme?
-Hum… no en ese caso te habría señalado el otro.-sonrió. Le miré enfadada.-Vamos no tengas miedo.
-¿Cómo no voy a tener miedo?-murmuré.-Parece muy peligroso…
-Así es la vida.-susurró. Y entonces comprendí, cuál era el objetivo de cada túnel. Y entonces perdí el miedo. Me despedí con la mano.
Sabía que jamás iba a olvidar aquella imagen que poco a poco se veía más borrosa hasta desaparecer en la nada. Dejándome de nuevo a solas en la más inmensa oscuridad.
martes, 13 de marzo de 2012
Time
Nada es realmente como es, ni cómo será, ni como fue. Es solo lo que queremos que sea, o quizás necesitemos ver. Por eso el pasado es doloroso, porque recordamos momentos mejores, que jamás podremos volver a vivir, momentos peores que nos amargan con los antiguos sentimientos de la ocasión. El futuro nos hace soñar, todo allí es brillante, para luego hacernos ves lo que en realidad depara… y nos hace sufrir. Por eso prefiero vivir el presente, donde las cosas que te hacen daño se quedan pasadas donde no hay que volver a mirar jamás, por mucho que cueste mientras que el futuro es un misterio que se desvela poco a poco y al que te enfrentas con una sonrisa.
Aquella mañana...
La luz comenzaba a filtrarse de nuevo por las ventanas, los primeros rayos de sol hicieron que levantase la cabeza del libro. Otra noche en vela releyendo el último libro de Laura Gallego mientras poco a poco se iban consumiendo los palitos de incienso que tanta tranquilidad transmitían. Eché una mirada a la taza de café que reposaba en mi mesita. Con un suspiro me levante a llenarla mientras me rehacía el despeinado moño que adornaba mi cabeza. Absorta en mis pensamientos no me percaté de la figura que esperaba serena y de pie en una esquina, así, mientras cogía la cafetera esta figura se acercó a mí como un gato y con un murmullo en un abrir y cerrar de ojos sentí el frío de el filo de un pequeño cuchillo reposar sobre mi garganta, desafiante, mientras la otra mano me acercaba hacía el misterioso hombre por la cintura. La jarra de café se me resbaló de las manos y con un estruendo cayó al suelo derramando todo su contenido y rompiéndose en mil pedazos, varios de los cuales se clavaron en mis pies descalzos. Levanté temerosa la mirada y me encontré de lleno con dos ojos azules que se clavaban en mí. Me estremecí, confusa del terror que sentía y la atracción que causaba aquella mirada.
-Tienes unos ojos realmente bonitos.-me susurró al oído el misterioso intruso- Dos enormes pozos oscuros que misteriosamente irradian una luz cautivadora que hace que el más temido de los asesinos caiga a tus pies.-prosiguió. Sus palabras me confundían, tenía ganas de gritarle que quién narices era, quién se creía para entrar en casas ajenas y qué esperaba de mí. Pero tras haber escuchado de sus labios la palabra “asesino” las palabras simplemente se negaban a salir de mi boca y se quedaron agazapadas en mi garganta.-Lástima que en unos breves instantes se conviertan en dos luceros apagados y sin vida. Una pena…
Ahogué un grito. Me iba a asesinar, aquel hombre me iba a asesinar. Las piernas me temblaron y las lágrimas luchaban por salir de mis ojos. Pero mi cuerpo no iba a permitirlo. Básicamente porque me sentía incapaz de mover un músculo o de articular una sola palabra. Me ha envenenado pensé me ha paralizado o algo así. Esta no soy yo. Pasaron los minutos y yo esperaba que el cuchillo se clavase letalmente en mi piel. Pero no ocurrió nada de eso simplemente nos encontrábamos en la misma postura que al principio. El hombre esperaba a que yo reaccionase, así que me armé de todo el valor que puede encontrar en lo más profundo de mí ser.
-Quién… ¿Quién… quién eres?-conseguí murmurar tras un enorme esfuerzo.
-¿No me reconoces?-sonrío misteriosamente el hombre.-Quizás tenga que refrescarte la memoria.-sacó del bolsillo una bolsita de terciopelo y la puso delante de mis ojos. Se me paró por un instante el corazón. Me acordé de aquella bolsa, dentro había varios diamantes que valía una fortuna. Pero si era aquella bolsa el hombre debería de ser… no puede ser, no… De aquello hace ya mucho… Más de cuatro años. No… debería de estar…-¿Muerto? Sé lo que estas pensando. Sí, te encargaste muy bien de todo lo que se te encomendó. Pero te olvidaste de mí. Nunca se debe dejar nada al azar señorita. Creo que eso siempre quedó muy claro desde que entraste en el juego. Pero claro, de aquello hace tanto, ¿verdad? Sin embargo lo que para ti no fue más que abandonar a un” buscado por la ley” a su suerte para mí fue un verdadero infierno. Desde el principio sabías que estabas colaborando con gente de la que uno no se puede fiar. Sin embargo mientras yo caí tú saliste inmune de todos tus asesinatos. Ahora llegó la hora, mi hora, mi venganza.-se rió suavemente mientras yo sentía que se me caía el mundo encima. Se acercó más a mí pegando su cuerpo contra el mío. Esto me hizo recordar tiempos lejanos para mí, pero al parecer muy cercanos para él. Un millón de sensaciones contradictorias se desbordaban según se iba acercando más y más a mi cuerpo.
-Y pensar que estaba enamorado de ti.-me susurró dulcemente al oído. Entonces recordé todo, absolutamente todo. Los complots, los asesinatos, la banda, tratos ilegales, tratos legales, opiniones… pero sobre todo un amor imposible y las visitas furtivas entre dos enamorados de cada bando. Que por el día debían estar enemistados, pero por la noche se escapaban para demostrarse su amor. La historia más bonita que jamás viví. Dos lágrimas surcaron mi rostro. Su deber fue matarme, jamás lo hizo… Pero ahora nada se lo impedía. Ahora yo ya no pertenecía al bando contrario, pero sin embargo yo estaba en una isla y él perdido en el mar. Por mi culpa. Miré de nuevo sus ojos azules buscando si seguía sintiendo lo mismo que antaño y acabé perdiéndome de nuevo en ellos. Colocó su mano en mi cabeza, enredando sus dedos en mi pelo deshaciendo el moño y dejando mi pelo completamente libre cayendo por mi espalda. Colocó la otra mano en mi cintura, con el cuchillo. Se me erizaron los pelos de la nuca cuando suavemente me acarició delicadamente la espalada con el frío acero. Entonces inesperadamente me besó. Sentí una oleada de recuerdos, de todos nuestros besos anteriores, inigualables a este. Ahora estaba segura de que le quería más que a nada. Bebí de aquel beso como si fuera el último, porque lo fue.
Clavó el cuchillo en mi espalda, sin dejar de besarme, y así lentamente morí en sus brazos.
Poniendo punto y final a una historia que un día terminó con final abierto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)