lunes, 7 de mayo de 2012

I PROMISE

Estaba de nuevo tumbada en su cama, con la cabeza agachada y un móvil viejo y desgastado entre  las manos. Releía una y otra vez los últimos mensajes. Había aprendido una cosa, algo que ya le venían diciendo desde hace mucho. Pero ella jamás había hecho caso.
- No te fíes de nadie, ni de ti mismo.
-¿Y de ti?
-Mucho menos de mí.
¿Por qué no aplicó ese patrón a todo el mundo?  ¿Por qué confió plenamente en él cuando le dijo “Te lo prometo”?

“Jamás creas una promesa, porque desgraciadamente las personas cambian y no vas a poder fiarte. Y caerás en el error una y otra vez. El mundo está plagado de gente sin personalidad que te suplantará para engañarte y dejarte tirado y ser feliz entre donde tu eras feliz. No caigas de nuevo, no caigas”

Tecleó rápidamente en su pantallita del móvil, guardó. Ahí guardaba sus consejos para el futuro. Aunque jamás hacía caso a los consejos, ni siquiera a los suyos. Volverá a confiar en quién le diga “Te lo prometo” y volverá a sentarse en ese mismo lugar a escribirse otra nota de recuerdo. ¿Cuál será el record? Ella ya llevaba 50.

sábado, 7 de abril de 2012

Ésta soy YO

Yo soy mi armario forrado de etiquetas.
Yo soy esa camisa ancha que se cae sin un cinturón.
Yo soy mi lista de reproducción del móvil.
Yo soy ese vídeo de Youtube que no puedes dejar de reírte al verlo.
Yo soy las películas de Quentin Tarantino y de Tim Burton.
Yo soy Amelie y el Jovencito Frankenstain.
Yo soy esas noches sin dormir por rallarte la cabeza.
Yo soy los Beatles, Queen, Mika y Fall Out Boy.
Yo soy los sueños imposibles jamás alcanzados.
Yo soy AliG, Bruno y Borat.
Yo soy Cómo conocí a vuestra madre y el Doctor Who.
Yo soy shorts vaqueros sobre leggins negros.
Yo soy mis converse rojas con un cordón negro y otro blanco
Yo soy todos esos chicos de los que me enamoré.
Yo soy esos besos con y sin significado.
Yo soy el atardecer en la playa.
Yo soy esos días mirando el mar sin hacer nada.
Yo soy esas ganas de llorar por llorar.
Yo soy la depresión de los domingos por la tarde y de los viernes por la noche.
Yo soy esas noches de fiesta.
Yo soy mi perra Winnie (un maltés blanco).
Yo soy mi peluche del champiñón rojo del Mario Bros.
Yo soy bailar sola en pijama con mis canciones horteras.
Yo soy cantar a voces al son de la música.
Yo soy esos pogos desenfrenados.
Yo soy mi habitación naranja donde me "escapo".
Yo soy mi ordenador viejo con la batería rota.
Yo soy el tono de llamada de mi móvil Fall for You (Secondhand serenade)
Yo soy ese colgante de un candado con forma de corazón.
Yo soy Memorias de Idhún de Laura Gallego.
Yo soy de Host de Stephanie Meller.
Yo soy los poemas de Pablo Neruda.
Yo soy les Luthiers y los Monty Phytons.
Yo soy Death note y Baka to Test to Shoukanjuu.
Yo soy esos momentos de placer.
Yo soy una tarta de chocolate y un colacao caliente con galletas.
Yo soy el manga y el anime.
Yo soy lo que escribo y lo que dibujo.
Yo soy lo que digo.
Yo soy mis amigos y mis amores.
Yo soy esa risa que no te deja ni hablar.
Yo soy mi familia.
Yo soy esos secretos bien guardados.
Yo soy esas fantasías y sueños.
Yo soy despertarme por la mañana y volver a dormir.
Yo soy beber agua después de mucha sed.
Yo soy veladas cantando alrededor de una hoguera.
Yo soy la que se come la cabeza aunque todo marche bien.
Yo soy mis historias inventadas.
Yo soy la que se queda hasta las seis de la mañana despierta únicamente para hablar con EL.
Yo soy todos esos cosplays tan currados.
Yo soy el cielo estrellado.
Yo soy mis canciones al piano.
Yo soy mis sábanas de Winnie de Poo que TAN bien conoces.
Yo soy lágrimas de alegría, de tristeza y de miedo.
Yo soy caminar descalza entre risas después de una tarde de cachimba y alcohol.
Yo soy tumbarme en el césped a seguir buscando cosas raras en el cielo.
Yo soy levantarse a las dos de la tarde en verano.
Yo soy bailar Grease y Cabaret hasta las dos de la mañana.
Yo soy los días de Expos y de abrazos gratis.
Yo soy la risa escandalosa.
Yo soy mis chistes malos y mis juegos de palabras inventados.
Yo soy YO y eso NADIE me lo va a poder arrebatar.

MIRÉ DE NUEVO AL CIELO

Miré de nuevo al cielo. Lejos. Oscuro. Y sobrecogedor.

Me sentí minúscula. Como una hormiguita que camina con un trocito de pan ajena a todo lo que ocurre sobre ella. Lo único que le importa es llevar ese trocito de pan al hormiguero. Sin embargo no es momento de pensar en hormigas. En realidad no es momento de pensar.


Miré de nuevo al cielo. Lejos. Oscuro. Y sobrecogedor.

Recordé noches de cuando era pequeña bajo el porche de la casa de mis tíos en la sierra. Miraba al cielo y me parecía tan grande. Le preguntaba a mi padre cosas sobre el universo. Me parecía mágico, misterioso. Sin embargo ahora me asustaba tanta inmensidad. No podía decir si algo había cambiado o no en aquel cielo. No es momento de buscar detalles. En realidad no es momento de buscar.

Miré de nuevo al cielo. Lejos. Oscuro. Y sobrecogedor.

Esta vez ningún pensamiento o idea cruzaba mi mente.
Había asumido que no era el momento.
No era mi momento.
¿O tal vez sí?

martes, 3 de abril de 2012

¿Por qué?

Se han cambiado los papeles. Es como si en un momento hubiese habido un cambio de guión antes de la función principal. Recuerdo que antes siempre iba detrás de ti perdidamente enamorada de ti. Sin embargo ahora no puedo quererte. Pero tampoco puedo dejarte. ¿Qué ocurre?

Precisamente cuando tú me quieres dudo. Y cuando tu dudabas yo te quería. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedes ver un futuro sin mí y sin embargo yo no puedo ver un futuro contigo? Porque tengo ganas de desaparecer y siento que todo es una mierda cuando es lo que siempre he deseado. ¿Por qué?

Confusión.

Solamente lo tengo todo claro cuando sueño. Solamente tengo una sensación de tranquilidad cuando desaparezco con la música o cuando me dejo llevar por mi imaginación. Cuando llevo nuestra canción al piano ya no siento la melodía parte de mí. No me dice nada. Es ajeno a mí ser. Y si yo me siento así. ¿Por qué me dices que no puedes vivir sin mí?

Por primera vez estoy en el lado contrario del que suelo estar. Y no sé qué hacer.

¿Por qué?

jueves, 15 de marzo de 2012

Una taza de amor por favor.

Miré desde detrás de la barra. La vi de nuevo, hablando con sus amigas. Riendo con esa melodiosa risa que tiene. Sabía que se llamaba Alexia, que tenía un año menos que yo y todas las tardes a las seis venía al bar a tomarse un café con sus amigas y a pasarse apuntes de la carrera. ¿Lo que ella sabía sobre mí? Que era el camarero del bar, y punto. Pero no me molestaba. Ella era una chica con suerte. Tenía una belleza inigualable, dinero, amigos, familia. Y yo no era más que un chico que intentaba salir adelante con todos sus problemas cargados a la espalda. Alguna vez que otra he sentido como que me miraba de reojo, en esos momentos me temblaban las manos de tal forma que sentía que estaba a un segundo de que todo lo que tuviese en las manos cayese al suelo. Sin embargo he evitado hacerme ilusiones sobre sus miradas furtivas, aunque claro, para un enamorado como yo es algo imposible. Y lo peor era cuando me acercaba a servir, que al ver como levantaba la cabeza y me miraba con esos ojos verdes y esbozaba una leve sonrisa mientras se llevaba con delicadeza a los labios la taza que apenas unos segundos antes había estado en mis manos. Se me derretía el corazón. Y cuando me llamaba a pedir la cuenta con esa dulce voz suya y al acercarme se apreciaba el dulce olor a frutas que emanaba su delicado pelo rubio sentía que el mundo entero se giraba para ver aquella diosa que por un segundo al día reclamaba mi atención.

-¡Despierta de donde quiera que estés chico! ¿No ves que tienes mesas que atender?-me gritó otro camarero sacándome de mi paraíso con una sonora palmada en la espalda. Rápidamente comencé a preparar los cafés para Alexia y sus amigas. Entonces, una brillante idea se me pasó por la cabeza. Y así comencé a preparar el café para mi amada.

El camino hasta su mesa se me hizo eterno. Pero no me acobardé cuando sus enormes ojos se clavaron en mí. Serví todos los cafés, dejando el suyo para el último. Y dedicándole la más sugerente de mis sonrisas me alejé con el corazón a mil por hora sintiendo como Alexia me miraba marchar, aunque no sé cuál era su expresión.

No fui capaz de volver a dejarme ver por ellas. Pero cuando se marcharon y pagaron la cuenta me acerqué antes que ningún otro a recoger la mesa. Y para mi sorpresa la indirecta de formar un corazón al cortar el café con la leche fue respondida con un montoncito de azúcar en la mesa con la silueta de otro corazón. Y así, comenzó la historia de amor más bonita que viví.

Yo la amargura del café
Ella la dulzura del azúcar.

Rabia

Entré de un portazo. Noté como la bola de fuego que sentía por dentro crecía y crecía, y por no quedarse ahí ascendía. Me sentía incomoda con todo lo que tenía alrededor, me dolían los pies de los zapatos. Me los quité y los tiré a un lado. El pelo se me había rizado a causa de la lluvia y lo sentía como un estropajo que magullaba mis mejillas encendidas. Me quité el abrigo y lo dejé en el suelo. A dos zancadas alcancé mi habitación. Ahora, el suave aroma a vainilla me parecía soso e inútil. Abrí la ventana. No pude más, como una cría empecé a aporrear los cojines que tenía en la cama mientras le gritaba a la almohada. Entonces me encontré con tus cartas, escondidas como siempre debajo del colchón, que se había movido de los saltos que había pegado. Las cogí, no pude evitar reírme sarcásticamente. ¿Cómo pude creer todas tus mentiras? Me reí de la antigua yo, tan inocente. Me eché de menos. Ese monstruo me había cambiado. Cogí el mechero y prendí fuego a las cartas. Observé como las llamas lamían el papel, consumiéndolo y convirtiéndolo en cenizas. Me encendí un cigarro y observé como también se consumía a causa del fuego.

-¿Esto era lo que querías?-pregunté al cielo sin esperar respuesta.-¿Qué me consumiese lentamente?

miércoles, 14 de marzo de 2012

Smile :)


Estaba de pie. Mirando a la nada. Con la boca cerrada y el ceño fruncido, intentando comprender a dónde se dirigía esa marea de gente que invade la ciudad los días previos a la navidad en el centro de Madrid. Hombres y mujeres iban y venían con el móvil en la mano, hablando de asuntos que él jamás llegaría a comprender. Niños de un lado a otro con pomperos o silbatos mientras sus agotadas madres corrían detrás de ellos. No sé si el estar escuchando en aquel mismo instante la canción de “Smile” influyó en algo o no. Pero en ese momento le comprendía, sabía lo que era sentirse completamente solo y perdido cuando en realidad estás rodeado de gente. Es agobiante no entender nada de lo que ocurre a tu alrededor. Y me propuse alegrarle el día, como fuese. Se notaba que era extranjero, de algún país del norte. No tendría más de catorce años y seguramente jamás había estado en una ciudad. Me acerqué a él. Todavía no estaba segura de qué le diría, ni tampoco tenía seguro si me iba a entender. Pero había que intentarlo, ¿no? Se percató de mis intenciones y agachó la cabeza. Que tímido parecía.

-Hola…-saludé llamando su atención. Me miró con cara extraña. Como había adivinado anteriormente no hablaba mi idioma. Probé con el inglés.-Hello.

-Hello.-respondió el chico con un acento extraño, se notaba que no pasaría de ahí. Me maldije a mi misma un millón de veces. Yo no hablaba su idioma ni el tampoco el mío. No nos entenderíamos jamás, y lo peor de todo es que ni siquiera podría ayudarle, ya que se le veía realmente triste.

-M…-comencé.-¿No hablas español?-pregunté gesticulando mucho. Me sentía como una completa imbécil.-¿Te has perdido? ¿Te puedo ayudar?-continué a pesar de todo. Al ver su expresión de extrañeza y sus ojos verdes clavados en mí intentando comprender al menos una palabra de lo que decía no pude evitar sonreír. Él chico me devolvió la sonrisa, confuso. Dijo algo en su idioma gesticulando también y me quedé pasmada, ¿Qué estaba intentando decir? Sonrió ampliamente mostrando sus dientes blancos y perfectos. He de reconocer que tenía una sonrisa preciosa.

-Me gusta tu sonrisa.-dije. El me miró divertido. Sin entender una palabra de lo que yo le decía. Le gustaba este juego, y a mí también.-Me…-dije mientras me señalaba a mí.-gusta…-continué mientras hacía un corazón con las manos.-tu…-proseguí señalándole.-sonrisa…-terminé dibujando con mis dedos una sonrisa en mi boca.

El chico rió. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un rotulador. Se dibujó algo en la mano y me lo mostró. Había dibujado un “smily”, no pude evitar reírme. Cogí el rotulador y me dibujé uno igual en la mano. Sonrió y sonreí. En aquel momento sonó su teléfono. Me miró y lo cogió, empezó a hablar con alguien en su extraño idioma y apuntó algo en un papel. Al terminar me miró. Sonrió de nuevo y se despidió con la mano. Me acerqué a él y le abracé. Me había alegrado el día. Entonces se fue, para siempre. Todavía no se cómo se llama ni de donde es ni conozco absolutamente nada sobre su vida. Lo único que me queda de él es el recuerdo de su sonrisa y un papel que encontré días más tarde en mi abrigo en el que únicamente había escrito lo poco que aprendió conmigo.